Homenaje a Olga Glondys

HOMENAJE A NUESTRA COMPAÑERA OLGA GLONDYS

Olga Glondys, investigadora Ramón y Cajal en el Departamento de Historia, Teorías y Geografía Políticas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, falleció en Barcelona el pasado 17 de julio. Nacida en Cracovia (Polonia) el 25 de febrero de 1979, se graduó en 2003 por la Jagiellonian University de Cracovia con el Premio Extraordinario de Licenciatura e inició al año siguiente sus estudios de posgrado en Literatura Española en la Universitat Autònoma de Barcelona. Desde 2005 era miembro del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL) y en la actualidad formaba parte del Grupo Elites, Identidades y Procesos Políticos en la Historia del siglo XX, una de cuyas líneas de investigación dirigía.

Especialista en historia intelectual y cultural, en 2010 se doctoró con una tesis titulada La Guerra Fría cultural y el exilio republicano español: el caso de “Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura” (1953-1965), que mereció el Premio Extraordinario de Doctorado en 2010 y fue publicada por el CSIC en 2012. Además trabajó sobre la conflictiva relación de Polonia con su pasado reciente, tema sobre el que dejó un texto que será publicado en breve como capítulo del libro El pasado siempre vuelve. Historia y políticas de memoria pública (Zaragoza, PUZ, 2020).

Pero el caso polaco no era para ella sino parte de un pasado común, de ahí su interés por la memoria del fascismo y del comunismo en el Este de Europa. Tradujo al español el libro Gulag, del periodista Tomasz Kizny (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2005), al igual que reflexionó sobre el caso húngaro (Historia del Presente, 2017) y, aprovechando una estancia de investigación en la Central European University de Budapest en 2016, entrevistó al arquitecto László Rajk, líder de la oposición democrática durante el período comunista e hijo de una de las más conocidas víctimas del terror estalinista en ese país (Ctxt, 7/9/2016).

Olga Glondys contemplaba la lucha por la democracia contra el totalitarismo, por los derechos humanos y la libertad de expresión como un fenómeno que atravesaba el telón de acero. En él las redes de intelectuales exiliados en París, Londres, México o Nueva York acabarían siendo decisivas y su temprana contribución después de 1945 al proceso de integración europea pondría las bases de la tercera oleada de democratización entre los años 70 y primeros 90 en el Sur y Este de Europa. Lo explicó en su capítulo “The idea of Europe, Trasnational networks and Spanish Anti-Totalitarian Mobilisation (1939-1977)” del libro colectivo The last survivor. Cultural and Social Projects underlying Spanish Fascism (2017). Redes que conectaban con otras redes intelectuales, las de América Latina, para las que también fue fundamental el trabajo realizado por los exiliados españoles.

Por eso era tan lógica su pasión por España, por su cultura y literatura de la segunda mitad del siglo XX y del exilio en particular. Su investigación se metió de lleno en esa encrucijada de valores e intereses, de una lucha llevada a cabo con asombrosa tenacidad y entrega, pero también poblada de zonas grises, de astucias y medias verdades, de rencores arrastrados desde un pasado sangriento, de necesidades económicas cotidianas o de vanidades intelectuales en medio de la Guerra Fría y sus estrategias encontradas de soft power cultural y mediático. Había hablado de ello recientemente en una sesión del Seminario de Historia “Santos Juliá” celebrada el 19 de diciembre de 2019. Un territorio poblado de minas que exige al historiador tanto temple analítico como un trabajo de documentación exhaustivo y cosmopolita. En su caso llevado a cabo en los archivos e instituciones académicas de Barcelona, Madrid, Leiden, Stanford, Chicago, Nueva York, Budapest o Bratislava gracias a su dominio del polaco, castellano, catalán, inglés y francés, y sus conocimientos de portugués y alemán.

Olga Glondys sabía que el desarrollo de la cultura española, del interior y del exilio, no se puede entender fuera del contexto internacional del momento y sus investigaciones abrieron nuevas y sugerentes perspectivas que ahora otros historiadores deberán continuar. Los que tuvimos la fortuna de trabajar con ella en la universidad echaremos de menos su profesionalidad y su pasión intelectual, los que fuimos sus amigos mucho más que eso.